Lejos quedan las versiones de los años cincuenta de actores embutidos en disfraces de monstruos, o marionetas stop motion que emulan una destrucción sin igual. Y lo que podríamos tachar de cine de bajo presupuesto, ha sido completamente opacado por los mayores blockbusters de la industria.
El lagarto atómico por excelencia se ha ganado una gran popularidad en los últimos años, en un momento en el que Hollywood ha encontrado su nueva gallina de los huevos de oro con los universos cinematográficos compartidos. La aparición del apodado Monsterverse ha revitalizado una franquicia y unos personajes casi extintos, y ha vuelto a poner en el mapa a grandes íconos de la cultura.
Es por ello, que con la inminente llegada de Godzilla X Kong, además del reciente galardón en los Oscar de Godzilla: Minus One, se nos hace inevitable echar la vista atrás y depositar nuestros ojos en James Stokoe.

Si bien, el producto que analizaremos hoy dista bastante de estas producciones, nos sirve como excusa para reivindicar el valor del mismo.
Con una trayectoria que abarca setenta años de historia, la criatura nacida en oriente cuenta con más de una treintena de producciones audiovisuales, además de diversos trabajos en el cómic. Y es en el pasado 2023, cuando Stokoe aterrizó en Moztros, una editorial que, por derecho propio, merecía tener este título en su catálogo.
La trama nos sitúa en Tokio, a mediados de los años 50, con la primera irrupción del monstruo, arrasando todo lo que se cruza en su camino. Es entonces cuando entra en escena Ota Murakami, un joven e inexperto militar, que se ve completamente superado por la situación, y contra todo pronóstico, se toma una cruzada muy personal contra la criatura.
A partir de esta primera toma de contacto, los destinos de ambos personajes quedarán completamente ligados, y veremos que, durante cincuenta años, Ota intentará por todos los medios posibles acabar con el Titán. Todo ello se irá desarrollando a través de una narración del diario que ha ido escribiendo Ota, en donde queda totalmente marcada su determinación, disciplina, e incluso obsesión por Godzilla.

Y allá donde las producciones de Hollywood reciben sus mayores críticas, es donde Stokoe hace destacar su obra. Pues mientras el atractivo de este cine radica en grandes explosiones, donde se aborrecen las tramas secundarias que abandonan a los monstruos, en La Guerra del Medio Siglo se deja en un segundo plano a Godzilla, sin llegar a darle un rol completamente antagónico, y se pone el punto de mira en los humanos.
De hecho, el papel del monstruo inevitablemente recuerda a lo visto en las más recientes adaptaciones cinematográficas. Donde, a pesar de varias menciones a su origen relacionadas con la bomba atómica, parece comportarse como una fuerza de choque para mantener a raya a otros titanes, con las desastrosas consecuencias para la humanidad que lleva consigo.
El conflicto que explora Stokoe, es equiparable a las grandes contraposiciones en las historietas, donde se llega a un punto de coexistencia, en la que Ota parece ser incapaz de vivir sin el propósito de acabar con el monstruo. Sobre todo, llama la atención que se trata de un vínculo forjado desde una sola perspectiva, y que conforme avanza en la historia, nuestro protagonista hace todo lo posible por ponerse al nivel de la criatura.

También cabe destacar que, Stokoe se recrea en las batallas y la destrucción, donde además del ya citado Godzilla, veremos un desfile constante de algunos de los otros Kaijus más populares de esta mitología
Aun con un guion bastante solvente y sincero en su propuesta y desarrollo, uno de los mayores atractivos de este trabajo, si no el que más, es un apabullante apartado gráfico, que solo está a la altura de los colosales monstruos que ilustra.
Con una muy clara influencia del Manga y del mercado asiático, tenemos a un James Stokoe completamente desatado. Un autor que comparte escuela con otros artistas como Steve Skroce, en el que tenemos un estilo altamente detallista, donde no deja dientes o escamas sin remarcar, y donde la espectacularidad visual está a la orden del día.
Un desfile incesante de destrucción y batallas de monstruos que se despliega con una narrativa gráfica rápida y fluida, enriquecida por los recursos más característicos del manga. Con una maestría que demuestra un notable dominio de las líneas cinéticas para crear movimiento a las escenas, así como generando ambientación, a través de la forma en la que ilustra explosiones o nubes de polvo.
Y todo ello se ve intensificado y reforzado por un gran uso del color. Donde la atmósfera se consigue a través de una gama cromática muy saturada de rojos y naranjas, con un fuerte contraste del azul atómico de Godzilla, y en donde tendremos acreditado a Heather Breckel como colaborador.
Mención honorífica, por supuesto, a los diseños que nos ofrecen, pues en un momento donde lo fácil y llamativo sería optar por el estilo visual de occidente, el autor recurre a las versiones más apegadas a sus raíces orientales, logrando un punto de vista tan icónico como nostálgico.
James Stokoe demuestra cómo se le puede sacar partido a una franquicia con una trayectoria tan larga y utilizada, aportando una perspectiva refrescante. Y aunque no busca sentar precedentes ni revolucionar el mundo del noveno arte, su originalidad y trabajo artístico bien merecen ser destacados.
Con todo ello, La Guerra de Medio Siglo se erige como una obra esencial y referencial para los aficionados de los Kaijus, y un trabajo que rinde el mejor homenaje posible al Rey de Los Monstruos.